El sol brilla con fuerza. Comienzan a rugir los motores y en el asfalto de
la pista percibo esa especie de gas que nubla la carretera en verano, como el
aire que de repente se vuelve borroso, aunque transparente. Lo relaciono de
alguna manera con las transiciones que se incluyen entre foto y foto en un
montaje. Es curioso, pero ese pequeño detalle me hace darme cuenta de que estoy
realmente en una transición de etapa vital.
Me gusta el rumbo que estoy tomando. Dejo atrás la Silvia inconformista y
estancada para convertirme en la Silvia proactiva y orgullosa de sus pasos. Por
fin echo a volar.
De repente, mis ojos topan con la patilla del chino que hay en el asiento
delantero. Nunca había visto una patilla tan divertida…el pelo mide unos tres
centímetros, pero incumple por completo la ley de la gravedad. Se trata de una
patilla que, en lugar de caer hacia abajo, es totalmente perpendicular a su
cara. Sabía que el pelo chino era muy tieso, pero desconocía que una patilla
pudiera quedarse en esa posición sin ningún tipo de producto fijador.
Ya estamos volando a mucha altura. Me despido de Barcelona repasando
visualmente todas las carreteras, casas, edificios, campos y montañas que
todavía se distinguen. Trato de reconocer alguna población fijándome en su
situación y sus características, pero me resulta imposible. Pronto se hacen
visibles los Pirineos cubiertos de nieve intacta, reluciente. Es entonces
cuando comprendo que mi juego de adivinar poblaciones ha terminado.
El avión sobrevuela Amsterdam. El cielo está lleno de nubes blancas,
grises, casi negras. Veo un canal con casitas dentro del agua. Me recuerda a
aquel viaje que emprendí hace unos años con dos amigas, Raquel y Mónica. Aún
tengo la imagen metida en la cabeza de la foto junto a la casita del canal. Fueron
unos días de turismo, coffee shops, bicis, bares, comida basura en la
habitación del hotel y algunas que otras charlas y risas.
Aunque no me lo había planteado, dispongo de tres horas y media para ir al
centro de esta ciudad, dar una vuelta, comer algo y volver al aeropuerto a
embarcar en mi siguiente vuelo.
- Excuse me…
are you from Amsterdam?-le pregunto al señor que ocupa el asiento de al lado-
-
Yes. –me
contesta firmemente alzando las cejas-
-
Are
you going to the city centre?
-
Yes, I’m
going by taxi… -el señor contesta medio extrañado-
-
Ok…could I go
with you?-pregunto finalmente, por tal de no alargar más el interrogatorio y
dejar de sentirme violenta-
-
Mmm…that’s fine, yes! why not?-contesta
convencido con una amable sonrisa-
-
Thank
you very much, you are very kind. –finalizo la conversación y respiro hondo-
Todo en la vida debe ser espontáneo para tener
magia. Y este momento lo es. No hubiera necesitado contar con un acompañante,
pero ha surgido así. Independientemente de que haga un día horrible en
Amsterdam y no lleve ni chaqueta ya que la dejé en Barcelona por no cargar con
ella, voy decidida a pasar un buen rato.
Al bajar del avión camino al lado del señor, que
viste con un jersey grueso y unos pantalones de pana. Al parecer hace mucho
frío y él ya lo tenía en cuenta. Decido tomarme la libertad de preguntarle
acerca de su familia, su trabajo y otros aspectos personales. Creo que para él,
esto también encaja con la regla de la espontaneidad y la magia, lo cual me
hace creer todavía más en ello.
Tomamos el taxi sin prestar mucha atención al
taxista, la radio o el taxímetro, simplemente como si fuéramos dos amigos que
hace tiempo que no se ven y van charlando de muchos temas y de ninguno a la
vez. Yo sólo pido que me lleven a Plaza Dam, el punto más céntrico que recuerdo
de mi estancia allí.
Tengo una hora y algunos minutos para dar un paseo
y tomar un taxi de vuelta al aeropuerto. Aun así, no tengo ninguna prisa. Los
adoquines están mojados, el ambiente es muy frío y húmedo. Me enamoro de las
personas que pasean en bicicleta como si hiciera un día espléndido, con cara de
felicidad y mirando a lado y lado, como si hoy fueran a descubrir algo nuevo e
insólito en esa calle por la cual pasan todos los días.
Termino por alquilar una bici. Creo que es una
idea genial para entrar en calor y a la vez sentir el frescor del crudo
diciembre en la cara. Al subir en ella, siento que debo mirar hacia atrás y decir: “Raquel, Mónica!, ¿estáis listas?” y sonrío como si le hubiera contado a alguien lo que se
me ha pasado por la cabeza.
Paseo por el barrio rojo y por los coffee shops, atravesando algunos grupos de españoles que
supongo han ido a pasar el puente con sus amigos. Espero que llegue un día en
el que encuentre españoles en otro país y no me sorprenda, porque siempre me
digo interiormente “anda, españoles!” y
me acabo repitiendo a mí misma “hombre, claro, ya sabía que no sería la
única…”. Pero ese día todavía no ha llegado.
Mientras, pedaleo velozmente y esquivo todo lo que
se interpone a mi paso. Pienso en que quizá debería comprarme una bici al
llegar a mi destino y utilizarla como medio de transporte para esta nueva etapa
de mi vida.
Al pasar por los canales con barcas turísticas y
casitas encima del agua, me detengo delante de la que me parece ser la casita
de la fotografía y pienso que no es tan especial como para detenerse a sacar la
cámara con el frío que hace. Seguramente, aquel día nos detuvimos de manera
espontánea, así que debió cobrar mucho más sentido que hacerlo yo en este
momento. Detengo a una mujer en la calle para preguntarle la hora y salgo
apresurada con miedo de no llegar a tiempo para embarcar.
Ya de vuelta al aeropuerto, me siento agotada y
hambrienta. Ahora desenvuelvo un bocadillo que me preparó mi madre esta mañana
y lo muerdo con ansia, saboreándolo como si fuera un caramelo. Me gusta
encontrar las pepitas del tomate untado en el pan porque son difíciles de
detectar entre los demás elementos y dignifica el hecho de comer despacio, cosa
que no practico a menudo. Ni siquiera sé si mi pareja, algún miembro de mi
familia o de mis amigos tiene constancia de esta tontería, pero sé que esta clase
de aspectos personales son los que, si alguna vez por casualidad alguien te
comenta uno de ellos y coincide con que tú también lo haces, se crea una unión
especial con esa persona.
Me siento en una de las butacas de la sala de
espera de la puerta de embarque. Observo todo alrededor con mucha atención. Me
viene la imagen de un niño comiéndose su bimbo con nocilla de camino a casa en
el metro lleno de gente. Así estoy, embobada, disfrutando de mi paz interior y
de los sabores.
A mi izquierda, una chica solitaria y cabizbaja
con su móvil, como es costumbre encontrar a cualquiera hoy en día; levanta la
cabeza de golpe y emite sonidos y señas a un chico que está exactamente como
ella estaba hace un instante. La chica se levanta para darle un golpecito en la
rodilla ya que éste no le ha escuchado ni visto, entonces él levanta la vista y
atiende al dedo índice de la chica, que le conduce la mirada hacia el suelo,
donde se le ha caído la funda del móvil. La recoge y cada uno sigue atento a su
pantalla.
En mi nueva etapa de vida quiero aprender a
tolerar todo lo que no me incumba ni tenga efecto sobre mí. Es por eso que en
este momento decido que me da absolutamente igual que los dos se muestren
cabizbajos o que el chico no dé las gracias. Al contrario, quiero aprender a
sacar el lado positivo de la situación, el hecho de que la chica le haya
avisado. A menudo, me planteo pequeños retos que para mí suponen madurar o ser
mejor persona. Me pregunto si esto durará toda mi vida o llegará un punto en el
cuál yo misma me aburra y ya no sepa qué más cambiar.
Una vez subo al avión que me llevará a Indonesia,
voy a por mi asiento y no dejo de sentir la fuerte emoción que da la libertad. No
recuerdo haberla sentido antes, pero supongo que es la emoción que debe sentir
un preso al salir de la cárcel, aunque a menor escala. Es una sensación de
tenerlo todo a tu favor, de poderte permitir ser tú mismo en todo momento y de
exprimir cada detalle para darle un sentido completo a tu vida.
-
Water?
-
Uuuh, yes,
please!-lanzo un grito, emocionada-
Incluso la azafata me ofrece agua y hace que
parezca un regalo caído del cielo. Al momento, vuelve a pasar ofreciendo calcetines,
tapones para los oídos y un antifaz. Cruzo la mirada con unos chicos que se
ríen al abrir el paquete de calcetines. Sonrío porque desconecto y parece que
estemos en un mercadillo.
El avión está lleno de gente muy diversa. Hay una
niña de aproximadamente dos años delante de mí. Me mira, me sonríe. La saludo,
le sonrío, me escondo y vuelvo a salir de detrás de los asientos. La tengo
delante, junto con su madre. “Espero que nos deje dormir”, pienso. Luego me
siento mal por haber pensado eso primero y rectifico en mi mente, “Espero que
la pobre aguante las trece horas de vuelo sin llorar”. Los demás son parejas de
holandeses, americanos, indonesios y otras nacionalidades, desde los treinta a
los setenta, yo diría.
Entonces me relajo, pongo una película pensando
que puede ser buena, “Leones de segunda mano”. Cuando llevo un buen rato, me
acuerdo de que había películas buenas en la lista y por querer hacerme la
alternativa, no he elegido una probablemente mejor. Pero me quedo viéndola un
rato más, ya que el doblaje latino me está haciendo reír.
Quedan cerca de seis mil kilómetros de viaje, más
o menos la mitad del recorrido. Viajamos a novecientos kilómetros por hora, lo
cual me parece alucinante. Decido descansar un rato. Me irá bien para empezar con
buen pie el día en Yakarta.
Como casi siempre estas conversaciones solo se dan contigo... reconozco que también busco las pepitas de los tomates en la boca, jugando con ellos a tratar de atraparlos entre los dientes, aunque casi siempre se me escapan.
ResponderEliminarMe he enterado del blog porque han puesto el link en el chat d las tías. Veo q lo estás pasando bien! Cuídate! Muaaak
ResponderEliminarsere el teu bloguer namber 1!! disfruta cada minut!! muak
ResponderEliminarGràcies baby!
EliminarDaleee!! Disfruta mucho :)
ResponderEliminarTú si que tienes que darleeee... pero para venir a verme!
Eliminara bea la "arrastro" yo!
EliminarRaquel, Monica... muy bueno!
ResponderEliminarDisfruta de la experiencia y cambio de vida. Yo ya te iré espiando de vez en cuando por esta ventanita 😉
Buena aceptación de pseudónimos, sí señor! jajaj pues cuando quieras, aquí estaré cada día...
EliminarEsto tiene muy buena pinta. Disfruta, siente, vive y se feliz! Besos y abrazos 2.0. Sempre teva :)
ResponderEliminarJajaj se ha convertido en nuestra frase d'acomiadament! Gracias Gel!
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSilvia!! quina il.lusió llegir-te!! i se't dóna molt bé! quasi em costa reconèixer-te! m'ha fet gracia quan expliques lo del mobil perque just t'estava llegint al metro i llavors he aixecat la vista, jeje. M'encanta lo de l'holandès, aquesta és l'actitut! fliparàs amb la de coses que pots viure si et deixes portar per l'espontaneïtat, estic molt contenta que comencis aquesta aventura!!!!
ResponderEliminarI jo de començar-la, kariñu! M'alegro que t'agradi el contingut. Molts petons guapa!
EliminarSilvia por fin puedo entrar al blog!Disfruta muchisimo d esta experiencia unica! t sigo leyendo...be water my friend!!
ResponderEliminarGracias Aroti!!!!!! Estoy encantada!!! Mil besos
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