domingo, 14 de diciembre de 2014

7.generosidad encadenada

Ovejas balando, gallos cantando, gatos peleándose. Ese es mi despertar, a las seis de la mañana. Estiro un poco la musculatura, comprobando que mi brazo sigue dolorido. Suspiro fuertemente, con algo de decepción. Intento quitarle importancia y levantarme a hacer ejercicios de estiramiento. 

El día ya es caluroso a esa hora. Vuelvo a dirigirme hacia la terraza para contemplar las vistas. No me había dado ni cuenta de que hay una bici-carro de las que usan para el transporte de pasajeros, justo al lado del precipicio.


Típico taxi bici-carro

Abro una papaya que compré ayer a un chico en la calle. Aparentemente, él no vendía papayas, pero al preguntar por ellas me pidió que esperara un minuto, cogió su moto y volvió con un par de ellas. Creo que todo lo que pido a cualquier persona, se convierte en un objetivo para ellos, como si lo necesitaran igual o más que yo. La realidad de todo esto, es que disponen de mucho tiempo y de poco dinero. 

En cuanto Dani ve que ya estoy en pie, prepara el desayuno y pregunta por los planes del día de hoy. Empiezo a tomar repulsión por la palabra "plan" y creo que se me nota en el rostro. Pero acabo contestándole a la pregunta, ya que me gustaría coger el autobús hacia Jogjakarta para visitar, entre otras cosas, el mercado nocturno que Tanty, la chica del tren, me recomendó. 

Subo a la misma bicicleta que cogí ayer y pedaleo con mucha energía hacia el templo de Pawon. Éste es bastante pequeño, nada que ver con Borobudur, pero se encuentra cerca y me apetece verlo. Antes de dejar esta zona tan rural, quiero entrar en contacto con la selva que me rodea. Así que me cuelo entre las callejuelas más apartadas del centro para poder llegar a la parte de bosque más frondosa. De pronto, no puedo seguir andando en bicicleta. La dejo aparcada y sigo el camino a pie. 

Una vez compré un llavero en el cual venía escrito el significado del nombre "Silvia" y el carácter de éstas. Del latín, "bosque". Lo sigo guardando en mi memoria a día de hoy. Y siempre que piso un bosque siento vitalidad, libertad, curiosidad y valentía. Esta vez, lo hago de un modo agravado, debido al tipo de bosque tan diferente en el que me estoy adentrando. 

Tan solo son las nueve y media de la mañana y ya he terminado de hacer todo lo que tenía pendiente aquí. Vuelvo al hotel, aparco la bicicleta y, con la rueda delantera, hago que una serpiente despierte y empiece a zigzaguear hacia otro escondite. Quedo muy impresionada, porque no esperaba que pudiera estar allí ni que se desplazara con tanta rapidez. Durante un rato, espero a que vuelva a salir para verla una vez más, aunque no lo consigo.

Dani me lleva hasta la parada del autobús porque no quiere que cargue el peso de las mochilas hasta allí. Me despido de él y de Sony. Han sido muy agradables y hospitalarios conmigo, así que les prometo recomendar su hotel a cada persona que quiera ir a Borobudur. 

Ya esperando al autobús, me quedo leyendo una carta de bebidas de un chiringuito que tiene montado un hombre delgado y sin dientes. Se acercan otros cuatro hombres y les pregunto si viajan a Jogjakarta. Su respuesta es "no", pero están interesados en hablar conmigo y saber qué hago allí. Entre pregunta y pregunta, se crea una complicidad que da paso a bromear unos con otros y a reírnos de cualquier comentario estúpido. Es una pena, pero en breve aparece mi autobús y debo dejar de compartir este momento con ellos. 

El vehículo circula a alta velocidad a pesar de cruzar por pueblos. Lo único que hace el conductor es tocar el claxon para avisar de su paso, pero no utiliza los retrovisores ni el freno. Me tomo el trayecto como una atracción de Port Aventura, ya que además llevamos las dos puertas abiertas durante la marcha y los asientos son estrechos y por supuesto, sin cinturones de seguridad. Montan unos niños con uniforme de colegio y temo por sus vidas; al ver cómo se agarran con un brazo a la chapa del autobús y con el otro se inclinan por la puerta hacia el exterior. 

Llegados a Jogjakarta, sólo me queda dar con el albergue que previamente elegí por su cercanía al centro y por sus comodidades, aunque como bien me prometí, no reservé. Con el bloc de notas abierto por la página donde apunté la dirección de éste, me lanzo a la calle a preguntar por dónde ir. Ya me avisó Maite, la amiga que me regaló el bloc el día de mi despedida en España, que iba a ser muy útil durante mi viaje. Y cierto es, cada día apunto una cosa u otra.

Comparto habitación con una mujer alta y rubia. Imagino que debe ser holandesa y empezamos a charlar sobre los lugares que hemos visitado hasta ahora en Indonesia. Unos minutos más tarde, nos dispersamos cada una por su lado. 

Salgo en busca de un plato de comida caliente y me paro en el primer lugar que veo. Pido el plato que me recomiendan y mientras espero que lo preparen, se acerca una familia china. Parecen emocionarse al verme, la madre pregunta si hablo inglés y al decirle que sí, empuja a su hijo hacia mí para que practique el idioma, al tiempo que el padre y el otro hermano se ríen de la reacción de ambos. Es una situación cómica a la vez que forzada, pero me hace pasar el rato hasta que llega mi comida. 

Como sin prisa, pero sin pausas. Una vez más, no puedo sacar ni un defecto al plato. Entonces, un joven indonesio comienza a tocar la guitarra y a cantar a mi lado. La canción dice algo así como "baby, I knew I loved you from the first day I met you". Mi momento de gozo ha terminado. Empiezo a pensar en qué canción más fea ha escogido, en si debo mirarle o pasar de él, en si debo darle algo al terminar o no, en cuánto dinero estaría bien darle...

-Silvia, nice to meet you!-dice el chino, al marchar-
-Nice to meet you too, goodbye!-respondo, despertando de mis absurdas dudas-
-My mum paid already for your meal, you are invited, ok?-sigue, dirigiéndose a mí-
-Oh!really?thanks so much!thank you!-les contesto sonriendo y mirándolos a todos en conjunto, con mucho agradecimiento-

Sonrío mientras termino de comer, diciéndome a mí misma que es precioso que haya gente amable y generosa por el mundo y sean capaces de hacerte recuperar la esperanza por un mundo mejor, aunque sólo sea durante unos instantes. Vuelvo a pensar en el joven guitarrista, que ya está entonando sus últimas frases de la canción. Le doy el dinero que pensaba gastarme en comer, me levanto y me voy. 

Pronto el cielo se vuelve oscuro y comienza a chispear. Cojo el impermeable de la mochila y me echo a andar por Jogjakarta, sin rumbo previsto. Al dar con el mercado nocturno del que Tanty me habló, me doy cuenta de que no sólo se venden todo tipo de comida y de objetos, sino que también hay atracciones de feria para todos los públicos. Prácticamente, paso toda la tarde observando el mecanismo de las atracciones; a veces manual y a veces automático, aunque muy desgastado y poco fiable. Vuelve a mí la imagen de la España de los sesenta y me pregunto si en ella habrían atracciones como éstas.


Vuelvo al albergue y me encuentro con lo que menos esperaba. La mujer con la que comparto habitación se ha ido y ha cerrado la puerta con llave. Hasta aquí bien. Caigo en que a mí no me han dado llave alguna, pido en recepción la mía y me dicen que no hay ninguna más y que debo esperar a que mi compañera vuelva. He aquí la rareza. 

Trato de hacerles entender a las chicas responsables de este hecho, que no pueden tener una sola llave para una habitación que tiene cabida para ocho personas, todas con diferentes horarios para entrar y salir. Al ver su reacción, jocosa y despreocupada, entiendo que estoy en un país donde no importan las esperas, ni tampoco el dormir en cualquier lugar que no sea una cama. Así que procuro relajarme en el sofá del hall, aprovechando el rato para buscar algunas cosas en Internet. 

Se acercan a mí muchas personas que duermen en otras habitaciones, compadeciéndose de mi situación. Un grupo de cuatro adolescentes indonesios intentan distraerme mostrándome canciones y bailes de actualidad y haciéndose "selfies" conmigo. A las doce en punto, por fin aparece por la puerta mi compañera de habitación.

2 comentarios:

  1. QUé fuerte lo de una sola llave, mira que hacen cosas extrañas...
    Veo que pones vídeos y todo, q bien! muy entretenido el blog!
    Besos

    ResponderEliminar