miércoles, 10 de diciembre de 2014

3.pon dos coreanos en tu vida

El despertador a las diez de la mañana resulta muy molesto. Necesitaba largas horas de descanso y no he tenido suficiente. Así que lo paro e intento seguir durmiendo. Imposible. Mucha gente desayunando en el comedor común, así que finalmente salgo para comer algo yo también. Comparto mis sensaciones acerca de Jakarta con Coraline, una chica belga que también tiene pensado quedarse un tiempo para visitar Indonesia a fondo. Mantendremos contacto por si volvemos a coincidir en otro punto del país. En unas horas parte hacia Sumatra, la isla de la cual proviene Yanthy. Así que le doy alguna información que Yanthy me dió ayer sobre este lugar y le deseo mucha suerte en su aventura. 

Es entonces cuando empiezo a pensar en mi próximo destino, aunque aún no lo tengo muy claro; pero ya voy definiendo mis preferencias a través de las opiniones que obtengo, fruto de las conversaciones con los nativos. Me gustaría mucho cambiar radicalmente de paisaje y de costumbres, a la vez que opto por un lugar donde pueda relajar la mente un poco más. Entonces pienso en el templo de Borobudur, en Java Central. Es una de las maravillas del mundo, a la vez que un lugar de meditación y naturaleza. 

Vuelvo a la cama. En mi vida anterior hubiera tenido ansiedad por seguir en pie visitando lugares, seguir explorando para no perderme nada, conocer más y más gente. Éste es otro de los retos de maduración que persigo. Empiezo a valorar el hecho de descansar como parte enriquecedora del viaje. Disfruto más los momentos sin prisa ni ansiedad que con ellas. Me he propuesto no marcar horarios ni planificar ninguna ruta, así que debo ser fiel y tomarme el tiempo que mi cuerpo requiera. 

Ya por la tarde, me ducho y salgo a la calle antes de que se haga de noche. Es curioso que al salir del albergue asalta una ola de olor a cloaca, pero al instante dejas de percibirla y ya no la vuelves a notar hasta la próxima vez que sales por la puerta. El sistema de alcantarillado está al descubierto, los animales están raquíticos y la mayoría de viviendas presentan una fachada medio destrozada y sucia. Son hechos que entiendo que causen impacto o desagrado a primera vista, mas no impiden que el estilo de vida aquí sea totalmente aceptado por sus ciudadanos y resulte agradable.

Pido permiso para tomar una fotografía. Se trata de un señor mayor en cuclillas, fregando platos en dos cubos: en uno frota con jabón, en el otro aclara con agua. Él muestra su agrado sonriendo y posando, a mí se me encoge el corazón al tener la sensación de estar humillándolo sin siquiera pretenderlo. 

- Ayam goreng?-es lo primero que se me ocurre pronunciar, lo primero que me enseñó Berta, una gran amiga que viajó a Indonesia y quedó prendada de sus encantos-

La respuesta no puedo escribirla, porque lo único que hago mientras él habla es seguirlo hasta donde preparan la comida y asentir con la cabeza al tiempo que me muestra los alimentos que me va a cocinar. Luego me quedo embobada con el montaje del "restaurante" y la preparación de mis fideos con pollo/ayam goreng. Es sorprendente cómo se sostiene tanta población en esta ciudad sólo con unas bombonas de gas a pie de calle, cuatro tablas que, a modo artesanal, hacen de mesa y bancos; dos cubos con agua y jabón, utensilios de cocina y alimentos a la intemperie. 

Me invitan a esperar sentada en la mesa común. Aquí se encuentra una mujer con su anciana tía. La anciana no deja de mirarme y sonreír, también abre un bote y me ofrece su contenido extendiendo el brazo hacia mí. Se trata de una especie de cortezas de trigo y son realmente ricas, muy gustosas. Empiezo la conversación con la mujer más joven, que tiene un buen nivel de inglés. Expreso mi pasión por la naturaleza, los fondos marinos, los lugares vírgenes y la cultura tradicional. En seguida se abre a mí; como un libro informativo, me va indicando todo aquello que podría interesarme. 

Llega mi plato, parece delicioso por su aspecto y olor. Sin pedir nada más, recibo una jarra de té y una tacita de caldo. Otra mujer que se ha añadido a la conversación me acerca la salsa picante y me hace el gesto para que condimente mis fideos. Mediante señas, le comunico que no me gusta la comida picante. En sus ojos intuyo una ligera decepción, ya que su ilusión era que comiera los fideos como a ella le gustan. 

Nos dirigimos hacia un templo chino al cual la anciana debe ir a rezar. Por el camino, la mujer más joven se va parando con conocidos a explicarles que se ha encontrado con una española y se la lleva al templo para enseñárselo. Los conocidos me miran, me tienden su mano, unos sonríen, otros ríen. Es divertido, además de interesante y reconfortante; integrarse en la sociedad de este modo tan simpático y natural. Recuerdo el momento en el que he pedido permiso para hacerle la foto al señor mayor y obtengo una nueva perspectiva, muy positiva, de estar recibiendo más de lo que doy. 

Me despido de las dos mujeres, que no dejan de dar explicaciones y gestos sobre cómo volver al albergue. Les doy las gracias por haberme llevado con ellas de visita. Me alejo pensando que ni siquiera nos hemos presentado, pero está bien así. Entonces recuerdo tantas veces en España que me han presentado gente y no he cruzado ni una sola palabra con esas personas hasta que nos hemos separado y hemos pronunciado un educado "adiós,que vaya bien!". ¿Qué sentido cobra entonces el conocer el nombre de esas personas; cuando, sin llamarlas por su nombre, puedes obtener una maravillosa conversación?

Llego al albergue y al empezar a subir por la escalera... ups! no me he quitado el calzado! Es una regla que cumplimos todos aquí y me encanta. He de reconocer que el primer día pensé que acabaría con los pies negros y no me gustó la idea. Pero me he dado cuenta de que apenas ensuciamos el suelo de esta manera, además de que lo limpian todos los días. Y mis pies permanecen blancos. Realmente es mucho más cómodo, como diría mi amiga Estrella, que defiende siempre el andar descalza y le gusta verse los pies desnudos. 

Una conversación totalmente trascendental con Sofía, la china que al principio me pareció muy pesada; me hace pasar una bonita tarde en la sala de estar de nuestro hogar. La charla discurre entre cerveza y cerveza, en un sofá plagado de cojines los cuales hacen que nos sintamos todavía más cómodas. Por un momento, conecto con ella de tal manera que pienso que es mi YO chino. Ella es atípica y utópica, soñadora y altamente comunicativa, muy sensible y lo que menos me gusta: pesada. Me pregunto si la gente, al conocerme, me encuentra tan pesada como yo a ella.

Ya acostada, un nuevo miembro se incorpora  a mi habitación. Esto es lo que me gusta de los albergues; la sorpresa, la improvisación, como si estuviera dentro de un reality-show de convivencia y todo pudiera pasar. Kula es coreano, como otro chico que duerme a mi lado, Jeri. Los tres empezamos a hablar de nuestro viaje. La verdad es que me hacen reír mucho porque son graciosos, tanto por lo que dicen como por cómo lo dicen. 

Propongo salir a tomar unas cervezas, ya que ninguno de nosotros hemos conocido aún el ocio nocturno en Jakarta. Normalmente me hubiera dado pereza levantarme de la cama, pero me siento muy cómoda con ellos dos y confío en que va a ser, cuanto menos, divertido. No se lo piensan. Quizá esto sea una de las pocas cosas que me gusta de los hombres. Salimos a la calle principal y subimos a un taxi. Le pedimos al conductor que nos lleve a algún bar o discoteca, cualquiera que le parezca bien a él. Por suerte, se trata de un chico joven, cosa que nos da más confianza a la hora de escoger el sitio apropiado. 

En una ocasión, en Barcelona, tuve la oportunidad de salir de fiesta con un coreano que estaba de Erasmus. Me llevé muy buena impresión de él, incluso me invitó días más tarde a una cena-fiesta que organizaba en su piso. No recuerdo bien su nombre, sólo que nos enseñó a cantar y a bailar el Gangnam Style botando como un loco. Todavía me río al imaginarlo otra vez. 

Y Kula y Jeri no se quedan cortos, además de no parar de beber, son muy bromistas y unos bailarines natos. Pocas veces pienso en la fuerza del destino, pero esta noche estaba predestinada para los tres. Tras unas horas cargadas de risa, energía y adrenalina, volvemos a nuestra habitación compartida para seguir hablando mientras el cuarto miembro, un hombre mayor, duerme y ronca como un jabalí. Finalmente, nos entregamos a nuestras almohadas, despidiéndonos de este día tan emocionante. 



Barrio chino, Yakarta

5 comentarios:

  1. nENA menudas aventuras y experiencias! me alegro por ti y no dejas de sorprenderme con la cantidad de gente con la que haces migas.
    la comida entonces bien? está rica? te sienta bien??
    Muuuuuuuuuuuuuuak

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    1. La comida de momento más sabrosa que en España y me sienta fenomenal! Aquí hace migas cualquiera, son muy abiertos!

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  2. pesada diu... no et puc contestar perquè et podria fer la mateixa pregunta... jejeje, guai que t'ho prenguis amb calma i sobretot no deixis d'escriure sovint que això és molt divertit!!

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    1. Et dóno un like només, que m'he proposat contestar a tots els comentaris i no em queden més bromes a fer, jajaja

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