viernes, 19 de diciembre de 2014

11.sin playa no hay paraíso

Es temprano. Me despierto por voluntad propia, hace horas que estoy en horizontal y mi cuerpo empieza a resentirse. Por la terraza puedo ver el mar, hace un día soleado. Antes de salir a dar una vuelta, comunico que voy a quedarme una noche más aquí. Por poco que quiera ver de este lugar, como mínimo debería irme esta tarde y, siendo fiel a lo que me propuse, no quiero llegar de noche a mi próximo destino. 

Me pongo el bañador, cojo las gafas y el tubo, la crema solar y la botella de agua. Estoy muy contenta por poder salir, por fin, a explorar la zona. Es cierto que el viaje hacia aquí acabó con mis fuerzas, pero poco a poco me voy reponiendo. 

A pocos metros de la salida encuentro la playa. El panorama es totalmente decepcionante. La arena, negra, se encuentra llena de basura que depositan los vecinos, además de tener a sus cerdos por allí atados en los árboles y a sus gallinas sueltas. Los perros callejeros también forman parte del escenario. Me asomo a la orilla para ver el agua y me encuentro con un fondo lleno de plásticos. Vuelvo hacia el hotel; en realidad no sé si voy a pedir explicaciones, o información sobre Lovina, o a desahogarme con el caricaturado o simplemente a calmarme y pensar en alguna alternativa. 

Playa de Lovina en un día gris

Pregunto si hay algún modo de hacer snorkle por la zona. Me comentan que a cinco kilómetros al oeste puedo encontrar una playa en mejores condiciones, pero que también puedo tomar un barco que me lleve hacia el interior del mar, donde allí el coral todavía sigue vivo. Ninguna de las dos opciones me atrae demasiado, ya que no venía con más intención que lanzarme directamente al agua. 

Vuelvo a la playa para caminar un rato y seguir explorando, a pesar del disgusto. Hacia el este, muchos perros me persiguen ladrando. Tengo miedo de ser atacada y coger la rabia, así que a medida que se van acercando hago un gesto rápido y seco con el brazo, mientras grito "vale!!!!". Llega un momento en que ya no estoy decepcionada, triste ni enojada. Veo la situación desde fuera y hasta creo que es cómica. Al menos, mi amigo Jorge se reiría mucho si me viera ahora mismo, utilizando el grito que él usa para reñir a sus perros. 

Cruzo varios riachuelos, todos repletos de basura. Pronto se termina el camino. En la parte trasera de una casa, una mujer me invita a pasar a su patio. Hablamos sobre el estado de la playa y sus repercusiones. Ella es consciente del problema que esto supone, pero al parecer, los poblados de la montaña no tienen la más mínima conciencia de lo que representa lanzar todo lo que les sobra al río. La mujer me cuenta que, hace tan solo diez años, todavía había coral en esta playa. El plástico ha ido contaminando poco a poco toda la zona y hoy no se puede ver ni un triste pez. También me advierte de que hace unos días un perro mordió a su hijo y tuvieron que correr hacia el hospital, donde se habían terminado las vacunas para la rabia. Explica que en la farmacia salen muy caras, pero que no tuvieron otra opción para poder vacunarlo a tiempo. 

Con un largo suspiro, doy media vuelta, enfrentándome otra vez al drama. Me dirijo hacia la parte oeste, esta vez por el camino anterior a la arena para recortar en daños. Por aquí se encuentran unas humildes viviendas, cada una de ellas con sus respectivas ofrendas en la entrada. Están colocadas en pequeños altares que utilizan los hindúes para rezar tres veces al día. Hablo con un vecino de la zona acerca de las tradiciones del pueblo balinés. Me cuenta que cada familia, cada seis meses mata a un cerdo el día de luna llena, para la ceremonia. La fiesta se basa únicamente en rezar y comer. El hombre me presenta a toda su familia, casa por casa, insistiendo en que acuda a él si necesito cualquier cosa. 

Sigo andando hasta encontrar un río en el que un hombre está defecando. Giro en dirección sur por tal de no molestarle, además de que no me apetece cruzar el río y seguir viendo más de lo mismo. Aparezco en la calle del hotel, por la parte de la carretera. En esta esquina se encuentran tres hombres. Uno de ellos, con largas rastas, pide que me siente a su lado para hablar conmigo. "No tengo nada mejor que hacer", pienso. Así que me siento y pronto se empieza a encaminar la conversación hacia su terreno. Quiere llevarme a conocer lugares a cambio de dinero, obviamente. Poco a poco, le voy haciendo entender mi postura ahorrativa y debatimos sobre muchos temas. Al final, le pregunto por un mercado para ir a comprar algo de fruta y dice que me suba a la moto, que es gratis. Con él, aprendo que debo empezar a negociar más a menudo, aunque requiera un tiempo. En Indonesia abunda la paciencia, así que quien la pierde, paga. 

De vuelta al albergue y con muchas ganas de ingerir vitaminas; me como un mango, una manzana, un trozo de sandía y una fruta que me pareció pera al comprarla, pero sabe muy diferente a ésta. También traigo frutas para otros huéspedes españoles que andaban buscando un mercado por Lovina y no lo encontraron. Ellos son una pareja joven con dos niñas, Ema y Mairu. El padre es vasco y la madre es alemana. Las dos hermanas están muy espabiladas y me cogen de las manos para ir a jugar con ellas. Yo, encantada, cedo a pasar un gran rato con esas niñas tan divertidas. 

Más tarde, Rasta Man, que así es como se hace llamar el hombre de la punta de la calle, me invita a llevarme a un templo y a unas aguas termales. Dice que está aburrido porque no tiene trabajo y que no pone ningún precio a la excursión, que yo elegiré lo que quiera pagar. Sin muchas dudas, acepto la propuesta, ya que las niñas han marchado con sus padres a dar un paseo y todavía son las tres de la tarde. 

Tras media hora de camino, aparecemos en un templo budista en medio de valles selváticos. Rasta Man me coloca una especie de falda que debo llevar puesta para entrar. La localización es muy buena, pero el templo en sí no es nada interesante, bajo mi punto de vista. 

El siguiente recurso turístico al que me lleva son las aguas termales, para las cuales he traído un bañador. Ya una vez dentro del recinto, sólo me atrevo a sacar fotografías, ya que las piscinas habilitadas están llenas de gente y el agua tiene un color marrón grisáceo. Además, los vestuarios y las duchas huelen fatal y no he venido dispuesta a pasarlo mal. De todos modos, la idea de bañarme mientras alguien espera fuera mirándome, no me parecía nada atractiva. 

En breve, damos media vuelta y Rasta Man me pregunta si quiero ir a ver la playa más bonita de Lovina. Mi respuesta es un "sí" rotundo; por supuesto que me apetece comprobar el estado de esta otra playa, ya que quizá me haya equivocado de ubicación al escoger el lugar para dormir. Pronto resuelvo mi incógnita al ver que se trata de la misma contaminación dentro del agua, aunque sin basura ni animales en el exterior. También hay una especie de plaza y un paseo marítimo, mucho más correcto, aunque sólo a simple vista.

Un señor asa mazorcas de maíz a la leña, con mantequilla de cacahuete y con salsa picante, opcional. 

- Hey, Rasta! would you like one of them?-le pregunto al chófer-
- Do you want to try one?-contesta, sonriente-
- Yes, come on! 

Entonces compro dos mazorcas y las comemos sentados, mirando al mar, hablando sobre nuestro presente y nuestras metas. Me parece un tipo muy comprensivo y habilidoso, de los que saben un poco de todo y mucho de nada. Tiene un buen sentido del humor, así que pasamos un buen rato conversando y haciendo bromas. Ya de vuelta al hotel, le pago lo que considero justo y me despido de él.

Antes de darme una ducha, reservo para mañana al amanecer una actividad para ver los delfines de la costa de Lovina. Se me había olvidado por completo que Lluis, el mallorquín de anoche, me aconsejó que no me fuera de allí sin ir a verlos. 

En mi momento de reflexión del día, no sabría cómo calificar todo lo ocurrido con un solo adjetivo. Incluso en un mismo instante, he llegado a sentir emociones opuestas. He sentido tristeza y esperanza al hablar con la vecina de esta mañana acerca de la conciencia medioambiental, también he experimentado reticencia e ilusión al conocer a Rasta Man, e incluso he pasado por la plenitud y el vacío al recapacitar sobre dónde me encontraba y plantearme lo que estaba haciendo aquí. Mientras me aclaro el cuerpo con esa vieja alcachofa, la cual apenas tiene presión; concluyo convenciéndome de que pase lo que pase todo será para bien, ya que voy hacia delante y solamente eso ya es positivo. 

Como casi siempre que doy por zanjado un tema, en mi cabeza, surge otro al cual poder darle vueltas. Voy vistiéndome para bajar a tomar un té, y pienso que antes de lanzarme a venir, solía pensar que me enfrentaría a una soledad amarga y oscura. Por suerte, eso no está ocurriendo. En mis días, me acompañan muchas personas y más bien tengo alguna vez la necesidad de estar sola que la de encontrar un acompañante. 

Ema y Mairu me llevan a bailar hacia un rincón con música y luces de colores. Nos cogemos de las manos y corremos, saltamos, nos tiramos al suelo. De pronto aparece su padre y las dejo con él, ya que también está Rasta Man en la puerta, haciendo un gesto para que vaya. 

Nos sentamos en un bordillo, le pregunto por qué no se va todavía. Dice que tenía ganas de hablar un rato conmigo, ya que mañana pretendo irme pronto. Así que estamos charlando un buen rato, entre otras cosas, sobre las posibilidades de quedarme en Indonesia y sacar algún proyecto adelante. Él me anima, me da ideas e información y se ofrece como mi sponsor si algún día lo necesito. Me interesa mucho conocer y tener en mi círculo a un indonesio con buen inglés y con tan buena energía. Después de intercambiar nuestros números de teléfono, nos despedimos y cada uno toma su camino de vuelta a casa.



6 comentarios:

  1. eL RASTAS ESE NO QUERRÁ ALGO CONTIGO? por la forma que explicas lo parece, no sé.
    Está guai q te encuentres gente maja pero no te fíes del todo pq siempre hay una oveja negra y hay q estar al tanto, no seas tan confiada (no t enfades por el consejo) pero por ejemplo si te metes en casa d alguien q ni conoces no sabes lo q pueden hacerte dentro, es mejor ser precavida.
    Besitos

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    1. Gracias por tu amor de hermana, pero no te preocupes tanto, te metes demasiado en el papel! jajaja

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  2. wapi!! quantes aventures!! sento el cansanci i les decepcions pel paisatge pero com be dius, sempre passa algo positiu i tot el que estàs coneixent en tants pocs dies és alucinant! has de passar per tots els estats d'ànim per viure les coses al màxim! i les contradiccions formen part d'això... no saps l'enveja que em fas! et trobo a faltar!!

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    1. Gràcies Marieta!! sí, per això estem a la vida, per passar-la de diferents colors... el que passa que el negre no mola gaire... jajaja un petó guapa!!

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  3. ey!! porta galetes i els hi tires als gossos, aixi seras la seva diva i nomes es barallaran entre ells..jijiji
    Un dia aixi el te tothom aixi que pensa quan estiguis desanimada en que estas depre pero en el teu somni, aixi recordaras que alla es on volies anar i nomes has de trobar el parais en un mar de merda, es mes emocionant.. disfruta!!! i sempre que vulguis face!!! muak

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    1. jajajja el paradís en un mar de merda!! doncs sí, tot són moments! la pròxima vegada que hagin molts gossos faré això, aviam si funciona... que em cago viva!

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