Despierto sudando. Miro hacia el ventilador, estático en dirección a la
otra cama. Pienso “qué morro!”, girando la vista hacia las dos chicas, que
permanecen inmóviles y agarradas. Una de ellas lleva todo el cabello en rastas
muy gruesas, lo cual pienso que me será fácil reconocer si las encuentro más
tarde en cualquier sitio.
Me acerco a una pequeña tienda donde compro mangos y bananas para
desayunar. Luego, voy directa a la playa, ya que el día está muy claro y
apetece bañarse. Tomo caminos distintos a los de ayer, por el interior de la
isla. Hay muchos niños por las calles, todos saludan y sonríen, preguntan cómo
me llamo y de dónde soy. Algunos de ellos pasean pequeñas cabras, atadas por el
cuello con una cuerda.
Niño en bicicleta junto al lago de Gili Meno |
Llegando ya a la costa, hago una reflexión sobre el comportamiento natural
de estos niños, que parecen disfrutar con cada pequeño detalle o distracción.
Me gusta comprobar que el modo de ver la vida depende mucho del entorno en el
que se crece. Acto seguido, imagino mi vida aquí con hijos y nace en mí un
instinto maternal esporádico, que termina en cuanto me meto al agua.
El día prosigue en un warung llamado
“Yaya” donde conozco a Musha, un indonesio nacido en Bali y actualmente
residente en Perth, Australia. Él se encuentra sentado con sus amigos de Gili
Meno en una estructura de bambú frente al mar, tocando la guitarra y cantando.
Está aquí por vacaciones de Navidad, disfrutando de su gente.
Empezamos la conversación acerca de las tortugas que hemos visto haciendo
snorkle justo delante del warung.
Musha es muy agradable, así que comemos
juntos y me invita a ir con él a todas partes durante la tarde, presentándome a
la población local y enseñándome los rincones donde él solía ir cuando vivía
aquí. También vamos juntos a nadar entre las tortugas y a explorar algas
marinas que, al tacto con nuestros dedos, se ponen en movimiento.
Musha dice que mañana no es un buen día para subir a Rinjani, ya que el
temporal es bastante fuerte allí arriba y teme que me ponga en peligro. Además,
la noche de fin de año es muy especial en esta isla. Finalmente, me convence de
que debo pasarla aquí en vez de en una tienda de campaña con lluvia y frío. Sin
pensarlo más, llamo al hombre que me vendió el trekking al volcán y le pido
aplazar la actividad para dos días más tarde.
Voy al albergue a ducharme, contenta por haber conocido a Musha y tener la
oportunidad de vivir Gili Meno desde dentro. Estoy invitada a una cena de
cumpleaños que hay en el lugar donde ayer iba a ir a ver la puesta de sol y al
final descarté. Es gracioso, porque ahora entre nativos, el plan cobra otro
significado que sí me atrae.
La cena con los amigos de Musha se hace muy divertida. En un momento, me
doy cuenta de que el humor español es más similar al indonesio que al del resto
de Europa. Estoy encantada de compartir esta velada con todos ellos y en
especial con Musha, el cual me presta toda su atención en todo momento.
Él es un chico sencillo, muy hospitalario y solidario. Con sólo siete años,
decidió dejar Bali para viajar por Indonesia y conocer otros lugares, otra
gente. A día de hoy, se define como un tipo con suerte por haber conseguido un
trabajo en Australia, donde cobra en un mes lo que un indonesio no gana ni en
un año. Es por eso que estas Navidades ha comprado el alcohol necesario para
que todos sus amigos puedan beber, además de traer regalos para los más
allegados. Es precioso ver el fuerte vínculo que tienen entre ellos, la gran
aceptación de todos por igual y la generosidad que les caracteriza, desde el
que menos tiene hasta el que más.
Se va haciendo tarde y sus amigos van retirándose poco a poco. Yo estoy
algo cansada, así que decido marchar también. Musha insiste en que las dos
noches que me quedan vaya a su bungalow a dormir, ya que él duerme al aire
libre en un colchón junto al warung Yaya
y su cama queda vacía. Debo meditarlo, así que le digo que lo pensaré y vuelvo
hacia mi albergue hablando por mis adentros “a ver, parece que el chico no está
interesado en ti, sólo quiere prestarte su cama, su lavabo y su privilegiada
situación frente al mar, ya que su alojamiento es mucho mejor que el tuyo… pero,
y si me roba? y si me agrede?...”. Finalmente, dejo el tema aparcado para
mañana, llego a la cama y desconecto la mente para poder descansar.
A la mañana siguiente, algo me dice que puedo confiar en Musha, así que
preparo las mochilas y camino hacia Blue Coral, que así se llama el complejo de
alojamientos en el que está. Allí le encuentro estirándose frente al mar, listo
para ir a desayunar. Tras dejar las cosas en su habitación, le acompaño en su
desayuno con un zumo de papaya.
Pasamos unas dos horas hablando, opinando sobre el funcionamiento del ser
humano y del mundo. Él me cuenta que ha pasado muy mala época recientemente, ya
que su exmujer le engañó con otro hombre y le destrozó los esquemas por
completo. Ahora, Musha está preocupado por si no encuentra a la mujer adecuada para
crear su propia familia. Yo le digo que no se preocupe y que sobretodo no
fuerce nada, porque todo lo que tenga que ser, será.
En un rato, nos preparamos para salir a pescar con una canoa prestada.
Nunca he pescado, aunque creo que me va a dar pena mirar a un pez vivo colgando
de un anzuelo. Aun así, creo que debo intentarlo, además de recordar que a Tea
le encanta pescar y es también una persona hipersensible con los animales. De
todos modos, llevo mis gafas de buceo por si lo encuentro aburrido.
Una vez subidos a la canoa y equilibrando nuestro peso en ella, empezamos a
remar todo recto, hacia el fondo. Musha tiene unos brazos muy musculados, así
que es bastante fácil hacer que nos movamos a una velocidad considerable.
Cuando alcanzamos el arrecife de coral y a unos dos o tres metros de
profundidad, me tiro al agua para contemplar las maravillas y cada uno pasa un
rato a su aire.
A la vuelta, mientras él rema yo intento pescar, lanzando el anzuelo todo
lo lejos que puedo y recogiéndolo a la velocidad que Musha dice que es mejor
para engañar a los peces. Creo que han picado. Empiezo a tirar y cuesta mucho
recoger el hilo, así que imagino que debe ser un gran pez. Musha se ríe,
convencido de que se me ha quedado el anzuelo atrapado entre el coral. Y así
es, por varias veces, que me tengo que sumergir para liberar el pez de goma,
que hemos puesto como cebo, de entre los arrecifes.
Tomamos vino de arroz blanco, de arroz rojo y de palmera. También unas
cervezas. Esta noche es la última del año y todos nos preparamos para la fiesta
en los diferentes locales de la playa. Sopi, uno de los amigos de Musha, nos
deleita con sus remixes de la mejor música del momento. Pedimos tempe, un clásico de la gastronomía que
responde a un preparado de soja frito. A medida que van sumándose más amigos,
traen otros alimentos para completar la cena de fin de año. Luego vamos al warung Yaya a seguir la fiesta al son de
guitarras, tambores, cajas, maracas o golpeando cualquier objeto con el que
seguir el ritmo.
Pero la noche todavía está por empezar. A las doce en punto, estallan
fuegos artificiales desde todas las costas de las islas que nuestra vista alcanza.
Quizá cada menos de cien metros, se pueden ver unos fuegos distintos. Es un
momento muy especial, en el que todos los locales se abrazan, se besan y se
desean feliz año nuevo, aunque personalmente, no tengo la sensación de estar
celebrando fin de año, sino de estar simplemente en una bonita fiesta.
Nos acercamos a un restaurante donde hay un DJ bastante reconocido que
viene de Bali expresamente para pinchar. Decenas de niños de todas las edades
botan, bailan y sudan en la pista. La fiesta es común para todas las edades,
sexos y nacionalidades, así que bailo con todo tipo de personajes durante más
de tres horas. Todos disfrutamos de la música, del baile y de la compañía.
Más tarde, no puedo resistir el calor y decido ir a bailar a la playa,
desde donde se escucha la música perfectamente. Ahí estoy sola, mojándome los
pies, mirando a las estrellas, dejando que mi cuerpo sienta el ritmo y se
exprese por sí mismo, agotada, pero muy contenta de empezar el año así. De
repente imagino la cama y se me hace la boca agua. Me debato entre quedarme
hasta que la fiesta termine o ir a descansar. Luego pienso “¿y a quién le
importa lo que yo haga? Si estoy cansada, pues me voy a dormir!”.
Me despido de Musha y de sus amigos. Él me da la llave de su habitación
rápidamente, sin ninguna objeción. En el camino de vuelta, me acompaña una
pareja indonesia que también regresa a su casa. Está tan oscuro que debo
activar la linterna para poder ver dónde pisamos, entonces doy gracias por
llevar el móvil encima en este momento. La pareja dobla una calle a la
izquierda, separándose de mí. Yo continúo hasta Blue Coral, luego abro la
puerta de la habitación de Musha, me pongo el pijama, me lavo las manos y la
cara y finalmente, sacio mis ganas de descansar, tumbándome en la cama y
durmiéndome al instante.
Pasan unas horas y Musha aparece en la habitación, despertándome al cerrar
la puerta. Oigo cómo se lava los dientes, va al baño, se cambia de ropa y se
mete en la cama. Me hago la dormida, hasta que su brazo se posa por encima de
mi hombro y sus gruesos labios acarician mi cuello.
-Hey! What are you doing, man?-le pregunto, alzando la voz al tiempo que le
aparto de mi lado-
-Sorry Silvia, I like you, I want to kiss
you…-responde él, con una voz ronca y flojita-
-Stop now, ok? Tomorrow I’ll go back to the
Backpackers, I don’t like this situation.-concluyo, con voz firme y enfadada-
Intento seguir durmiendo, pero no lo consigo hasta que escucho sus
ronquidos y me quedo más tranquila.
Unas horas más tarde, la luz del sol llena la habitación de claridad y hace
que suba la temperatura. Desde la cama, alcanzo el mando del aparato de aire
acondicionado y lo enciendo, volviendo a cerrar los ojos un momento.
Musha vuelve hacia mi lado, está vez posando su brazo izquierdo en mis
costillas. “Ya es suficiente”, pienso. Entonces me levanto tranquilamente, voy
al baño y cuando salgo comienzo a recoger mis cosas y digo adiós a Musha, el
cual no entiende que me vaya y ruega que me quede, prometiendo que no pasará
nada más. Yo le explico que confié en él porque no creí que sintiera
absolutamente ninguna atracción hacia mí, pero que ahora necesito irme para
estar sola y tranquila durante mi último día aquí.
Cuando todo queda aclarado, me voy por el camino que vine, pensando que si
hubiera desconfiado de él y no hubiera ido a su bungalow, todo hubiera sido más
fácil. Inmediatamente, me digo “bueno, da igual, ahora ya está hecho”; así que
sólo me queda que cargar con las mochilas, de vuelta al albergue a pedir una
noche más de hospedaje. Me pregunto si aún estará la pareja de chicas y si las
podré conocer.
Vuelven a darme la misma llave, abro la misma puerta una vez más y veo que
la habitación está completamente vacía. “Hoy duermo sola, todo el ventilador
para mí”, pienso y sonrío, mientras lo conecto y lo enfoco hacia mi cama. Entonces,
me vuelvo a tumbar y duermo otro rato.
El primer día del año 2015 transcurre de manera tranquila, con poco que
hacer y mucho que reflexionar. Dedico mis últimas horas en Gili Meno a pasear
por la playa, coger pedacitos de coral o caracolas, observarlas detenidamente y
volverlas a echar al mar. Está nublado y hace un viento agradable, clima
perfecto para caminar.
Desde lejos, veo a tres niños jugando en la orilla. Parecen divertirse
mucho, corren de lado a lado con palos, gritando, luego se calman, agachados;
me pregunto qué estarán haciendo. Según me acerco, me doy cuenta de que están
intentando atrapar a un cangrejo que no deja de ir y venir con el vaivén de las
olas. Tomo asiento en una roca cercana para ver cómo termina el juego. Cada vez
que creen que ya lo tienen, emiten unos chillidos estridentes de los nervios
que pasan y me hacen reír.
Niños intentando cazar un cangrejo |
Continúo el paseo y llegando a Blue Coral, dudo entre ir a ver si Musha
está y despedirme de él o no. Luego, pienso que preferiría encontrármelo en
otra parte que irlo a buscar a su habitación, ya que me parece un poco
violento. Así que sigo el paseo, echando un vistazo en los lugares donde creo
que puede estar.
De repente, lo veo tirando una botella en una papelera. Al girarse,
nuestras miradas coinciden y nos saludamos. Le pregunto qué hace, dice que
estaba pescando. Así iniciamos una conversación neutra, sobre lo que hemos
hecho hoy y también comentando la fiesta de ayer por la noche. Empieza a
oscurecer y los mosquitos acuden a mis piernas y a mis pies constantemente, así
que le informo de que me voy a ir ya.
Entonces, Musha me pide disculpas por haberse acercado a mí la noche pasada,
escudándose en el alcohol. Yo le perdono y también pido que me comprenda si he
sido un poco brusca desapareciendo así, pero que no esperaba que actuara de ese
modo y no me ha gustado. Una vez todo en su sitio, le doy las gracias por haber
compartido sus días conmigo y le deseo que tenga un buen año. Él también me
desea lo mejor y seguidamente nos despedimos con un abrazo y dos besos.
Tengo hambre. De camino al albergue, voy a cenar a un warung cercano que siempre que paso está lleno de gente local,
aunque nunca he tenido la oportunidad de comer allí. Pido mie goreng a la señora mayor que lleva el negocio y mientras
espero, ojeo una revista de Lombok y marco en el mapa todos los lugares que me
gustaría visitar.
Al terminar mi enorme y sabroso plato, ya es muy oscuro y vuelvo a mi
habitación. Esta vez no uso la linterna, ya que sólo tengo que andar unos
cincuenta metros. Pero, para mi sorpresa y pequeño susto, encuentro justamente
una vaca en el centro del camino, la cual percibo una vez ya estoy encima de
ella. Suspiro hondo, la esquivo y llego hacia la meta, donde compruebo que
todavía estoy sola en la habitación.
no se que ha pasado antes que no me dejaba comentar, pensé incluso que habías quitado la opción, aunque me parecía raro y nada cariño ya sabes que te lo digo siempre, se una miajitita más desconfiada, solo una miajitita más para no llevarte sustos, un besin.
ResponderEliminarOk, don't worry! ;) aunque el factor susto va incluido a este país...
Eliminarpues lo mismo que dice Ana, yo opino que es tremendamente ocasional que un hombre sea tan amable y generoso si no es porque quiere algo a cambio, llámame desconfiada pero es lo q me ha enseñado la vida.
ResponderEliminarUn besito hermanita
Lo tengo en cuenta, gracias por preocuparsen! jajaj
Eliminarjajjajajaj si que es verdad q es demasiado inocente algunas veces, portat un rabo de goma i quan torni a pasar et dones la volta y le arrimas el rabo duro...jajjajajja
ResponderEliminarcrec que es algo normal i que simplement es deixen les coses clares com vas fer i ja esta. si no no surtiriem de casa mai pel que pogues passar. molts petons mi laidy!!! escriu mes!!! jejjejej muak
jajaja bona idea!! riuríem tots plegats... al tantuuuuuuu que va de cantu!! molts petons a tú també i aviam si trobo temps i internet per escriure més!!
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