martes, 6 de enero de 2015

17.han picado!

Despierto sudando. Miro hacia el ventilador, estático en dirección a la otra cama. Pienso “qué morro!”, girando la vista hacia las dos chicas, que permanecen inmóviles y agarradas. Una de ellas lleva todo el cabello en rastas muy gruesas, lo cual pienso que me será fácil reconocer si las encuentro más tarde en cualquier sitio.

Me acerco a una pequeña tienda donde compro mangos y bananas para desayunar. Luego, voy directa a la playa, ya que el día está muy claro y apetece bañarse. Tomo caminos distintos a los de ayer, por el interior de la isla. Hay muchos niños por las calles, todos saludan y sonríen, preguntan cómo me llamo y de dónde soy. Algunos de ellos pasean pequeñas cabras, atadas por el cuello con una cuerda.

Niño en bicicleta junto al lago de Gili Meno

Llegando ya a la costa, hago una reflexión sobre el comportamiento natural de estos niños, que parecen disfrutar con cada pequeño detalle o distracción. Me gusta comprobar que el modo de ver la vida depende mucho del entorno en el que se crece. Acto seguido, imagino mi vida aquí con hijos y nace en mí un instinto maternal esporádico, que termina en cuanto me meto al agua.

El día prosigue en un warung llamado “Yaya” donde conozco a Musha, un indonesio nacido en Bali y actualmente residente en Perth, Australia. Él se encuentra sentado con sus amigos de Gili Meno en una estructura de bambú frente al mar, tocando la guitarra y cantando. Está aquí por vacaciones de Navidad, disfrutando de su gente.

Empezamos la conversación acerca de las tortugas que hemos visto haciendo snorkle justo delante del warung. Musha es muy agradable,  así que comemos juntos y me invita a ir con él a todas partes durante la tarde, presentándome a la población local y enseñándome los rincones donde él solía ir cuando vivía aquí. También vamos juntos a nadar entre las tortugas y a explorar algas marinas que, al tacto con nuestros dedos, se ponen en movimiento.

Musha dice que mañana no es un buen día para subir a Rinjani, ya que el temporal es bastante fuerte allí arriba y teme que me ponga en peligro. Además, la noche de fin de año es muy especial en esta isla. Finalmente, me convence de que debo pasarla aquí en vez de en una tienda de campaña con lluvia y frío. Sin pensarlo más, llamo al hombre que me vendió el trekking al volcán y le pido aplazar la actividad para dos días más tarde.

Voy al albergue a ducharme, contenta por haber conocido a Musha y tener la oportunidad de vivir Gili Meno desde dentro. Estoy invitada a una cena de cumpleaños que hay en el lugar donde ayer iba a ir a ver la puesta de sol y al final descarté. Es gracioso, porque ahora entre nativos, el plan cobra otro significado que sí me atrae.

La cena con los amigos de Musha se hace muy divertida. En un momento, me doy cuenta de que el humor español es más similar al indonesio que al del resto de Europa. Estoy encantada de compartir esta velada con todos ellos y en especial con Musha, el cual me presta toda su atención en todo momento.

Él es un chico sencillo, muy hospitalario y solidario. Con sólo siete años, decidió dejar Bali para viajar por Indonesia y conocer otros lugares, otra gente. A día de hoy, se define como un tipo con suerte por haber conseguido un trabajo en Australia, donde cobra en un mes lo que un indonesio no gana ni en un año. Es por eso que estas Navidades ha comprado el alcohol necesario para que todos sus amigos puedan beber, además de traer regalos para los más allegados. Es precioso ver el fuerte vínculo que tienen entre ellos, la gran aceptación de todos por igual y la generosidad que les caracteriza, desde el que menos tiene hasta el que más.  

Se va haciendo tarde y sus amigos van retirándose poco a poco. Yo estoy algo cansada, así que decido marchar también. Musha insiste en que las dos noches que me quedan vaya a su bungalow a dormir, ya que él duerme al aire libre en un colchón junto al warung Yaya y su cama queda vacía. Debo meditarlo, así que le digo que lo pensaré y vuelvo hacia mi albergue hablando por mis adentros “a ver, parece que el chico no está interesado en ti, sólo quiere prestarte su cama, su lavabo y su privilegiada situación frente al mar, ya que su alojamiento es mucho mejor que el tuyo… pero, y si me roba? y si me agrede?...”. Finalmente, dejo el tema aparcado para mañana, llego a la cama y desconecto la mente para poder descansar.

A la mañana siguiente, algo me dice que puedo confiar en Musha, así que preparo las mochilas y camino hacia Blue Coral, que así se llama el complejo de alojamientos en el que está. Allí le encuentro estirándose frente al mar, listo para ir a desayunar. Tras dejar las cosas en su habitación, le acompaño en su desayuno con un zumo de papaya.

Pasamos unas dos horas hablando, opinando sobre el funcionamiento del ser humano y del mundo. Él me cuenta que ha pasado muy mala época recientemente, ya que su exmujer le engañó con otro hombre y le destrozó los esquemas por completo. Ahora, Musha está preocupado por si no encuentra a la mujer adecuada para crear su propia familia. Yo le digo que no se preocupe y que sobretodo no fuerce nada, porque todo lo que tenga que ser, será.

En un rato, nos preparamos para salir a pescar con una canoa prestada. Nunca he pescado, aunque creo que me va a dar pena mirar a un pez vivo colgando de un anzuelo. Aun así, creo que debo intentarlo, además de recordar que a Tea le encanta pescar y es también una persona hipersensible con los animales. De todos modos, llevo mis gafas de buceo por si lo encuentro aburrido.

Una vez subidos a la canoa y equilibrando nuestro peso en ella, empezamos a remar todo recto, hacia el fondo. Musha tiene unos brazos muy musculados, así que es bastante fácil hacer que nos movamos a una velocidad considerable. Cuando alcanzamos el arrecife de coral y a unos dos o tres metros de profundidad, me tiro al agua para contemplar las maravillas y cada uno pasa un rato a su aire.

A la vuelta, mientras él rema yo intento pescar, lanzando el anzuelo todo lo lejos que puedo y recogiéndolo a la velocidad que Musha dice que es mejor para engañar a los peces. Creo que han picado. Empiezo a tirar y cuesta mucho recoger el hilo, así que imagino que debe ser un gran pez. Musha se ríe, convencido de que se me ha quedado el anzuelo atrapado entre el coral. Y así es, por varias veces, que me tengo que sumergir para liberar el pez de goma, que hemos puesto como cebo, de entre los arrecifes.

Tomamos vino de arroz blanco, de arroz rojo y de palmera. También unas cervezas. Esta noche es la última del año y todos nos preparamos para la fiesta en los diferentes locales de la playa. Sopi, uno de los amigos de Musha, nos deleita con sus remixes de la mejor música del momento. Pedimos tempe, un clásico de la gastronomía que responde a un preparado de soja frito. A medida que van sumándose más amigos, traen otros alimentos para completar la cena de fin de año. Luego vamos al warung Yaya a seguir la fiesta al son de guitarras, tambores, cajas, maracas o golpeando cualquier objeto con el que seguir el ritmo.

Pero la noche todavía está por empezar. A las doce en punto, estallan fuegos artificiales desde todas las costas de las islas que nuestra vista alcanza. Quizá cada menos de cien metros, se pueden ver unos fuegos distintos. Es un momento muy especial, en el que todos los locales se abrazan, se besan y se desean feliz año nuevo, aunque personalmente, no tengo la sensación de estar celebrando fin de año, sino de estar simplemente en una bonita fiesta.

Nos acercamos a un restaurante donde hay un DJ bastante reconocido que viene de Bali expresamente para pinchar. Decenas de niños de todas las edades botan, bailan y sudan en la pista. La fiesta es común para todas las edades, sexos y nacionalidades, así que bailo con todo tipo de personajes durante más de tres horas. Todos disfrutamos de la música, del baile y de la compañía.

Más tarde, no puedo resistir el calor y decido ir a bailar a la playa, desde donde se escucha la música perfectamente. Ahí estoy sola, mojándome los pies, mirando a las estrellas, dejando que mi cuerpo sienta el ritmo y se exprese por sí mismo, agotada, pero muy contenta de empezar el año así. De repente imagino la cama y se me hace la boca agua. Me debato entre quedarme hasta que la fiesta termine o ir a descansar. Luego pienso “¿y a quién le importa lo que yo haga? Si estoy cansada, pues me voy a dormir!”.

Me despido de Musha y de sus amigos. Él me da la llave de su habitación rápidamente, sin ninguna objeción. En el camino de vuelta, me acompaña una pareja indonesia que también regresa a su casa. Está tan oscuro que debo activar la linterna para poder ver dónde pisamos, entonces doy gracias por llevar el móvil encima en este momento. La pareja dobla una calle a la izquierda, separándose de mí. Yo continúo hasta Blue Coral, luego abro la puerta de la habitación de Musha, me pongo el pijama, me lavo las manos y la cara y finalmente, sacio mis ganas de descansar, tumbándome en la cama y durmiéndome al instante.

Pasan unas horas y Musha aparece en la habitación, despertándome al cerrar la puerta. Oigo cómo se lava los dientes, va al baño, se cambia de ropa y se mete en la cama. Me hago la dormida, hasta que su brazo se posa por encima de mi hombro y sus gruesos labios acarician mi cuello.

-Hey! What are you doing, man?-le pregunto, alzando la voz al tiempo que le aparto de mi lado-

-Sorry Silvia, I like you, I want to kiss you…-responde él, con una voz ronca y flojita-

-Stop now, ok? Tomorrow I’ll go back to the Backpackers, I don’t like this situation.-concluyo, con voz firme y enfadada-

Intento seguir durmiendo, pero no lo consigo hasta que escucho sus ronquidos y me quedo más tranquila.

Unas horas más tarde, la luz del sol llena la habitación de claridad y hace que suba la temperatura. Desde la cama, alcanzo el mando del aparato de aire acondicionado y lo enciendo, volviendo a cerrar los ojos un momento.

Musha vuelve hacia mi lado, está vez posando su brazo izquierdo en mis costillas. “Ya es suficiente”, pienso. Entonces me levanto tranquilamente, voy al baño y cuando salgo comienzo a recoger mis cosas y digo adiós a Musha, el cual no entiende que me vaya y ruega que me quede, prometiendo que no pasará nada más. Yo le explico que confié en él porque no creí que sintiera absolutamente ninguna atracción hacia mí, pero que ahora necesito irme para estar sola y tranquila durante mi último día aquí.

Cuando todo queda aclarado, me voy por el camino que vine, pensando que si hubiera desconfiado de él y no hubiera ido a su bungalow, todo hubiera sido más fácil. Inmediatamente, me digo “bueno, da igual, ahora ya está hecho”; así que sólo me queda que cargar con las mochilas, de vuelta al albergue a pedir una noche más de hospedaje. Me pregunto si aún estará la pareja de chicas y si las podré conocer.

Vuelven a darme la misma llave, abro la misma puerta una vez más y veo que la habitación está completamente vacía. “Hoy duermo sola, todo el ventilador para mí”, pienso y sonrío, mientras lo conecto y lo enfoco hacia mi cama. Entonces, me vuelvo a tumbar y duermo otro rato.

El primer día del año 2015 transcurre de manera tranquila, con poco que hacer y mucho que reflexionar. Dedico mis últimas horas en Gili Meno a pasear por la playa, coger pedacitos de coral o caracolas, observarlas detenidamente y volverlas a echar al mar. Está nublado y hace un viento agradable, clima perfecto para caminar.

Desde lejos, veo a tres niños jugando en la orilla. Parecen divertirse mucho, corren de lado a lado con palos, gritando, luego se calman, agachados; me pregunto qué estarán haciendo. Según me acerco, me doy cuenta de que están intentando atrapar a un cangrejo que no deja de ir y venir con el vaivén de las olas. Tomo asiento en una roca cercana para ver cómo termina el juego. Cada vez que creen que ya lo tienen, emiten unos chillidos estridentes de los nervios que pasan y me hacen reír.

Niños intentando cazar un cangrejo

Continúo el paseo y llegando a Blue Coral, dudo entre ir a ver si Musha está y despedirme de él o no. Luego, pienso que preferiría encontrármelo en otra parte que irlo a buscar a su habitación, ya que me parece un poco violento. Así que sigo el paseo, echando un vistazo en los lugares donde creo que puede estar.

De repente, lo veo tirando una botella en una papelera. Al girarse, nuestras miradas coinciden y nos saludamos. Le pregunto qué hace, dice que estaba pescando. Así iniciamos una conversación neutra, sobre lo que hemos hecho hoy y también comentando la fiesta de ayer por la noche. Empieza a oscurecer y los mosquitos acuden a mis piernas y a mis pies constantemente, así que le informo de que me voy a ir ya.

Entonces, Musha me pide disculpas por haberse acercado a mí la noche pasada, escudándose en el alcohol. Yo le perdono y también pido que me comprenda si he sido un poco brusca desapareciendo así, pero que no esperaba que actuara de ese modo y no me ha gustado. Una vez todo en su sitio, le doy las gracias por haber compartido sus días conmigo y le deseo que tenga un buen año. Él también me desea lo mejor y seguidamente nos despedimos con un abrazo y dos besos.

Tengo hambre. De camino al albergue, voy a cenar a un warung cercano que siempre que paso está lleno de gente local, aunque nunca he tenido la oportunidad de comer allí. Pido mie goreng a la señora mayor que lleva el negocio y mientras espero, ojeo una revista de Lombok y marco en el mapa todos los lugares que me gustaría visitar.


Al terminar mi enorme y sabroso plato, ya es muy oscuro y vuelvo a mi habitación. Esta vez no uso la linterna, ya que sólo tengo que andar unos cincuenta metros. Pero, para mi sorpresa y pequeño susto, encuentro justamente una vaca en el centro del camino, la cual percibo una vez ya estoy encima de ella. Suspiro hondo, la esquivo y llego hacia la meta, donde compruebo que todavía estoy sola en la habitación. 

6 comentarios:

  1. no se que ha pasado antes que no me dejaba comentar, pensé incluso que habías quitado la opción, aunque me parecía raro y nada cariño ya sabes que te lo digo siempre, se una miajitita más desconfiada, solo una miajitita más para no llevarte sustos, un besin.

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    1. Ok, don't worry! ;) aunque el factor susto va incluido a este país...

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  2. pues lo mismo que dice Ana, yo opino que es tremendamente ocasional que un hombre sea tan amable y generoso si no es porque quiere algo a cambio, llámame desconfiada pero es lo q me ha enseñado la vida.
    Un besito hermanita

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  3. jajjajajaj si que es verdad q es demasiado inocente algunas veces, portat un rabo de goma i quan torni a pasar et dones la volta y le arrimas el rabo duro...jajjajajja
    crec que es algo normal i que simplement es deixen les coses clares com vas fer i ja esta. si no no surtiriem de casa mai pel que pogues passar. molts petons mi laidy!!! escriu mes!!! jejjejej muak

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    1. jajaja bona idea!! riuríem tots plegats... al tantuuuuuuu que va de cantu!! molts petons a tú també i aviam si trobo temps i internet per escriure més!!

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