jueves, 1 de enero de 2015

16.agua dulce, por favor

Ocho de la mañana. El mar está muy calmado, perfecto para navegar. Esperando el ferry que debo tomar hacia Sanur, practico francés con una pareja de Narbonne, una bonita ciudad al sureste de Francia. Es la primera vez que hablo en este idioma en Indonesia y se me hace un poco extraño, aunque me parece estupendo poder refrescar la memoria con las estructuras y el vocabulario.

El chico cuenta cómo, surfeando, se hizo un profundo corte en el dedo gordo del pie. La chica añade que sólo viajan para practicar surf, pero que ahora deberán descansar unos días debido al accidente. Quieren volver a Ubud, a pesar de ya haber pasado unos días allí. Yo les recomiendo Candidasa, aunque descartan la idea ya que no quieren tener la tentación de pisar la arena y el agua salada hasta que se cierre la herida.

Dejo la conversación, disculpándome por ello. Entonces abro un paquete de galletas y desayuno mirando al frente, para no marearme. Durante el camino, vemos varios delfines saltando al lado del barco. Ahora pienso en la excursión que compré en Lovina para verlos y la califico cómo no recomendable. Definitivamente, es mucho más emocionante verlos inesperadamente y en exclusiva para un solo barco, que de manera organizada en decenas de barcas apiladas en un mismo punto del mar.

Llegados a Sanur, tengo que ir a coger un autobús que me lleve a Padang Bai, desde donde tomaré el barco a Lombok. En la parada del autobús, somos muchos los que esperamos para hacer este trayecto, todos turistas. Una señora mayor se dedica a colocar taburetes de plástico en la acera para que nos sentemos en ellos. Me siento al lado de Fei, una chica nacida en Shangai y residente en Tokyo.

Fei me habla acerca de las costumbres y tradiciones chinas y japonesas, un tema muy interesante. Yo la escucho embobada, aunque luego me toca a mí contarle la vida española a grandes rasgos, ya que tiene pensado ir a Barcelona a estudiar durante un curso. Las dos mostramos mucha ilusión por ir a visitarnos y prometemos mantener el contacto a través de Internet.

La primera parada es Ubud, donde bajan la pareja francesa y Fei, entre mucha otra gente. Entonces dos chicos aprovechan para cambiarse del asiento donde iban embutidos a la hilera de atrás del todo, justo detrás de mí. Escucho cómo hablan en argentino y en seguida me giro para seguir conociendo historias. Me encanta alimentar mi imaginación a través de vidas ajenas, valorar los distintos modos de supervivencia y tomar nuevas perspectivas ante el día a día.

Martín, Agustín y yo nos volvemos inseparables durante las siguientes cinco horas. Hablamos uno por encima del otro, sin respetar el turno de palabra. Nos reímos descaradamente de nosotros mismos o de la gente de alrededor. Compartimos agua y comida, nos vigilamos las bolsas mientras vamos al lavabo o a comprar algo. Hemos tomado mucha confianza en poco rato, pero llegamos al puerto de Lembar y muy a nuestro pesar, es aquí donde debemos separarnos.

Está anocheciendo. Quería alquilar una moto y desplazarme hacia el sur, buscando algún sitio para dormir en el camino. Empiezo a preguntar alrededor del puerto, pero sólo ofrecen servicio de taxi. Me siento en un warung y pido nasi campur, un arroz acompañado de verduras, pollo, tomates, tofu, soja frita, huevo, cacahuetes y otros aderezos que no sabría definir. No siento los labios ni la lengua de lo picante que está todo, así que el plato se convierte en una pesadilla que debo terminar cuanto antes para dejar de sufrir. Las mujeres del warung se ríen al verme pasar un mal rato.

Me informan de que en el puerto no voy a encontrar ninguna moto para alquilar, además de advertirme que hay mucha policía en Lombok y es mejor que me mueva en taxi o en transporte público. Les pregunto dónde puedo encontrar una habitación para esta noche, ya que está comenzando a llover. Con el chubasquero y las mochilas a cuestas, sigo sus indicaciones y llego a dos hoteles, pero ya están al completo.

Justo en el momento en que estoy meditando para trazar un plan B, aparece un chico joven preguntando si puede ayudarme en algo. Él va en moto hacia Mataram, un pueblo muy grande donde asegura que encontraré una habitación económica. Así que me monto con Harta, que así dice llamarse, en su moto de marchas; después de unos quince años sin subir a esta clase de motos. No sé ni dónde poner los pies y voy agarrada a él como una lapa.

Después de un camino largo, incómodo y pasado por agua, Harta me deja en la puerta del hotel más barato que él conoce. Le doy mil gracias por ello y nos despedimos, dándome su número de teléfono por si necesito algo más durante mi estancia en Lombok.

Me recibe un grupo de hombres, todos tomando Cointreau con hielo, hablando y riendo. Pregunto por una habitación y uno de ellos hace una señal a otro, el cual sale corriendo a por una toalla y jabones. Me instalo rápidamente, tomo una ducha y caigo rendida en la cama, encendiendo el televisor y dejando una serie indonesia como la elegida para quedarme dormida.

A las pocas horas me despierta un zumbido exagerado en el tímpano derecho. Tengo picor en las piernas, lo cual me hace pensar que ya he sido atacada por los mosquitos. Inmediatamente, recuerdo a la pareja del vasco y la alemana que viajaban con sus dos niñas, ya que me comentaron que no irían a Lombok porque había riesgo de malaria. Salgo hacia donde encontré el grupo de hombres anteriormente, ahora ya solamente queda el que me dio la toalla. Pido repelente anti-mosquitos, aunque sólo me puede ofrecer un spray para rociar la habitación. Lo tomo de todos modos y rocío bien todas las áreas, devolviéndole el bote casi vacío.

Con el sueño conciliado por segunda vez, vuelvo a despertarme con ese horrible sonido en el oído. Esta vez abro la luz, dispuesta a matar todo ser vivo que encuentre por la habitación. Yo sola insulto a los mosquitos en voz alta y sin parar; estoy muy molesta con ellos. Veo cómo uno se posa encima de la sábana y lo mato de un almohadazo, con todo el placer que uno puede sentir al pensar que finalmente va a poder dormir.

Pero la noche sigue movida, así que sólo puedo descansar a plazos hasta las cinco de la mañana, cuando por fin parece que he terminado con todos ellos.

Unas horas más tarde, despierto un poco enfadada, con sueño, con hambre y sin saber a dónde dirigirme. Desayuno con el propietario del hotel, que no duda en hablarme en italiano nada más saber que soy española. Vuelvo a indagar sobre cómo alquilar una moto y si me pueden multar con facilidad por no disponer de la licencia internacional. Él me aconseja que no arriesgue, ya que Lombok está en auge turístico desde hace un tiempo y han incrementado las patrullas dedicadas a multar visitantes.

Así que no me queda de otra que iniciar una ruta más lenta y menos autónoma, contando con viajar en los servicios de transporte público. Aprovechando que ayer me subió Harta hasta Mataram, empezaré por explorar la zona norte. Me despido del propietario del hotel y salgo en búsqueda de la furgoneta compartida o bemo que me llevará al puerto para coger un ferry a Gili Meno.

En bemo, el viaje siempre es sorprendente y divertido. Esta vez voy todo el camino al lado de una mujer que no deja de enseñarme palabras y frases en indonesio, reírse conmigo y de mí, tomar fotografías mías o de ambas y cogerme de la mano, del brazo o de la pierna indistintamente.

Ya en el puerto, tengo que esperar dos horas para ir a Gili Meno. Me lo tomo con calma, voy a comer a un warung y paso la mayor parte del rato debatiendo sobre el precio de una excursión de tres días y dos noches para subir al volcán Rinjani, el segundo más alto de Indonesia. Sinceramente, deseo hacer esa excursión, pero aprieto hasta el último momento, esforzándome por conseguir un precio razonable.

Al final, contrato la excursión a la mitad del precio que pedían en un inicio. Pactamos que en dos días vendrán a buscarme a Gili Meno a las siete y media de la mañana, así que probablemente pase fin de año de camino a esta cima de más de tres mil setecientos metros de altitud.

En ocasiones, cuando me siento bien por haber conseguido algo a buen precio o haber hecho una buena elección, suelen pasar también por mi cabeza momentos en que me he sentido estafada o decepcionada. De este modo, parece que estoy siendo recompensada y consigo una paz momentánea que me proporciona energía positiva para continuar sonriendo a la vida. Me pregunto si esto también formará parte del karma...

Llego a Gili Meno sobre las tres del mediodía y según bajo de la barca, voy toda decidida a caminar por una calle, como si supiera por dónde estoy yendo. Supongo que tengo esta sensación porque sé que la isla es tan pequeña que se le puede dar la vuelta andando en un rato, así que no tengo ningún problema en perderme buscando alojamiento.

Al poco, doy con un cartel que pone “Backpackers 50.000 Rp”, lo cual quiere decir que podré dormir por poco más de tres euros en una habitación compartida. Entro a preguntar si hay disponibilidad y en seguida me dan la llave de mi nuevo hogar. Sólo hay una cama ocupada, aunque la recepcionista me dijo que había dos chicas más. En seguida imagino que son pareja y duermen en la misma cama. Investigo de donde provienen sus enseres, esparcidos por las estanterías, para determinar sus nacionalidades. Para mi sorpresa, encuentro un champú con texto español y también una pasta de dientes con letras chinas, lo cual me crea más intriga por conocer a estas dos chicas.

Preparo todo lo necesario para ir a hacer snorkle. Cierro la puerta con llave y sigo avanzando por la misma calle que vine, bordeando un pequeño lago, hasta salir a la playa por un chiringuito que dice ser donde se ven las mejores puestas de sol de la isla.

Busco un paraje limpio, no edificado, sin barcos en el agua ni gente por ninguna parte. Mientras pienso que quizá esté exigiendo demasiado, topo con el lugar perfecto. Voy derecha a bañarme, ya que llevo la cabeza, la ropa y toda mi piel chorreando de sudor. Solamente nadar unos veinte metros, empieza la vida marina entre corales. Observo cómo los peces se esconden entre los agujeros a mi paso. Me gustaría saber si cada agujero pertenece a un pez o a una familia distinta o si todos comparten el hábitat sin ningún tipo de reglas ni excepciones.

Por debajo del agua, puedo ver a un hombre pescando con un arpón. Mientras voy nadando lentamente hacia él, asomo la cabeza a la superficie para poder saludarle y preguntar cómo va la pesca. El hombre parece no entender nada de lo que le digo, pero se acerca hacia mí con la mano abierta, como si quisiera tocarme. Mi reacción es apartarme un poco y averiguar qué intenta hacer, cuando de repente veo que dirige su mano hacia mi entrepierna. Con el pánico en el cuerpo, salgo nadando a toda pastilla, mirando hacia atrás por si el pervertido me persigue o si me quiere clavar el arpón. Por suerte, nada de eso pasa y regreso a la orilla.

Sigo caminando alrededor de la isla, en el mismo sentido que comencé, para darle la vuelta entera y terminar viendo el atardecer en el punto por donde salí al principio. No puedo parar de pensar en ese hombre repugnante y en los nervios que he pasado por su culpa. Desvío la atención hacia otras cosas bonitas, sacando fotografías del paisaje y fijándome en todos los trozos de coral y las conchas que arrastran las olas hacia la orilla.

Pronto empiezo a soñar despierta, mientras camino y veo solares vacíos o con restos de bungalows abandonados en frente de la playa, pienso en si comprara uno de ellos y levantara un pequeño hostal para quedarme a vivir en esta isla. Imagino su diseño y su decoración, la manera de promocionarlo, incluso los trabajadores que necesitaría y los platos que podría tener el restaurante.

Llego a un bar muy bonito donde un trabajador me detiene para iniciar una conversación. Yo le cuento los lugares que he recorrido hasta ahora y los motivos de mi viaje, él me explica lo que hace en esta isla, lo a gusto que está viviendo en ella y también me informa de lo caro que se está volviendo todo desde hace poco tiempo, ya que el destino se está poniendo de moda y los locales cada vez abundan más.

Cuando sigo con mi marcha, prosigo a analizar detalladamente los costes que un terreno y un hostal supondrían y el tiempo que tardaría en recuperar ese dinero. Entonces caigo en que la mejor forma de hacer negocio es llevarlo durante unos cuantos años y luego venderlo para ganar el doble o el triple de lo que ha costado. Ahora paro un momento, me siento frente al mar y sonrío, porque pienso que si persiguiera todo lo que sueño hasta conseguirlo, estaría arruinada o sería multimillonaria.

Las olas son grandes en la parte sur de la isla. El sol empieza a descender y no me apetece sentarme en un bar para verlo. Observo cómo una joven madre saca fotografías a su hijo de unos siete años, el cual posa con miradas propias de un adulto. Me siento cerca de ellos; si fuera mi hijo también le estaría sacando bellas fotografías con la luz anaranjada reflejada en su rostro. Siempre me han gustado mucho los niños y su comportamiento, aunque soy consciente desde hace tiempo de que demasiados factores van en contra de mi ritmo de vida para tener un hijo. No obstante, es algo que cada vez que lo planteo, lo hago con más madurez.


Cocos en la orilla de Gili Meno

El camino de vuelta se hace eterno, ya es oscuro y me pierdo por el interior de la isla entre caminos de tierra, vacas sueltas, callejones sin salida y chabolas donde están preparando la cena. Pregunto a unos chicos que están creando un rap de manera improvisada y riéndose. Uno de ellos me manda hacia la izquierda, la derecha y la izquierda otra vez. La verdad es que no sé si creerle, ya que los otros dos chicos siguen riendo y no entiendo el porqué.

A falta de otra información, sigo sus indicaciones no muy convencida, pero al final doy con el albergue. Dentro de éste, me acabo de enterar de que hay un parque de pájaros para el que hay que sacar una entrada, aunque a esta hora ya está cerrado.

Atardecer entre palmeras de vuelta al albergue

Después de ducharme con agua fría y salada, me seco con una toalla llena de óxido y me pongo una ropa ya usada y sudada. El resultado es que no valía la pena ducharse, porque termino casi igual que si saliera del mar. Debo encontrar una lavandería o lavar la ropa a mano, ya que se me están terminando las prendas limpias.

Voy a cenar a un warung donde estoy sola con los cuatro camareros, que se dedican a pinchar música dance y house mientras no tienen nada que hacer. Aprecio este rato, porque la verdad es que en todo este tiempo no había tenido aún la oportunidad de escuchar este registro musical que tanto me gusta, además, los chicos son muy simpáticos y las canciones que suenan son bastante buenas.


Vuelvo al albergue y mis compañeras de habitación todavía no han llegado. Con el pijama puesto, me tumbo en la cama, dura como el mismo suelo. Enciendo el ventilador, encarándolo de manera que cuando rote, el aire llegue a mi cama y a la de ellas por igual. Hoy ha sido un día agotador y aunque no muy cómoda, intento tomar una postura no dolorosa para descansar lo mejor posible. 

8 comentarios:

  1. que fort lo de la penya que vol tocar entrepierna!! sembla una bona ideia lo del hostal o el projecte pensat....
    Un sabio dijo: la riqueza de una persona se mide por la cantidad y calidad de los amigos que tiene. Gracias por ser parte de mi fortuna.
    Feliz Año Nuevo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gràcies amic! bon any 2015 i arriba arriba con el mercaaaaaaaaao!!

      Eliminar
  2. Q miedo lo del hombre ese! Y tu pasando calor y nosotros frío, se me hace curioso leer como vives en comparación a como estamos aquí, comiendo lo d siempre y turrones... Pienso mucho en ti y me da miedo q no vuelvas o t pase algo.
    Un beso fuerte!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mmmm turrones!!!... ahora me comía yo un cacho de chocoarroz, jajaj!! no te preocupes tanto hermana, que hablamos a menudo y estoy bien!! besos!!

      Eliminar
  3. que cochinote ese señor!!!!!! eso no tocar!!!! prepara para la siguiente aventura?????

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ASCO PUTO, DE VERDAD... pero sí, nadie me va a parar!

      Eliminar
  4. Ei Sílvia! Ya estoy al día de tus aventuras, no te haces a la idea de la envidia q me das... menos por lo del Sr. Guarro.
    Por cierto, feliz año!

    ResponderEliminar
  5. Feliz año a ti también!! Al fin me dejo fluir, has visto??!! No era tan difícil, sólo una estúpida barrera mental...larga vida a la libertad!! Muchos besos y un fuerte abrazo!

    ResponderEliminar